Después de un parón totalmente injustificable retomo el blog y lo hago para hablar de cine, uno de esos temas en los que todos, independientemente de que trabajemos en el sector de los medios o no, tenemos una opinión formada. ¿Quién no se ha encontrado alguna vez hablando de qué es lo que habría que hacer para arreglar el sector?
Vaya por delante, como diría la instructora del caso del joven Nicolás, que no voy a pretender solucionar la crisis del cine, puesto que si tuviera la solución estaría escribiendo esto desde las Bahamas acompañado de un daiquiri mango…me limitaré a comentar una noticia del sector que puede ser un buen ejemplo para escudriñar juntos algunos de los principios económicos de esta industria a la que, al igual que a Atlantic City, se le suele acusar de encontrarse en permanente decadencia sin llegar nunca a tocar fondo.
Hace unas semanas Netflix anunció que, como co-productor de una nueva entrega de la película de Tigre y Dragón, había decidido estrenar simultáneamente la película en los cines y en su propia plataforma. Sólo pasaron 24 horas antes de que los tres mayores distribuidores de Estados Unidos anunciaran que no pensaban emitir en sus salas dicha película lo que, más allá de ser la pataleta de un niño de tres años, me parece una reacción bastante lógica. Entiendo que Netflix intente alterar el orden lógico de las ventanas de distribución de sus películas para favorecerse a sí mismo. Pero lo que sí que sería extraño es que fueran los propios distribuidores de cine los compinches de los que se sirviese para llevar a cabo el asesinato que seguramente se produciría si este proceder se convirtiese en una práctica habitual.
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